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El general traidor y asesino se pasó el mundo por el culo

(CARTA DESDE SANTIAGO)

To: robinson@rojas.net
Date sent: Sun, 05 Mar 2000 10:31:37 -0500
From: "Jorge Z. Humaña" <asing@globalserve.net>
Subject: que opinas?
BCC to:

Carta de un periodista chileno desde la losa
del aeropuerto...
Esto es como una motivación emocionológica
como diria mi amigo Justo...


''Se pasó el mundo por el culo'', espetó irritada una periodista argentina al ver a un sonriente y erguido Pinochet levantarse de su silla de ruedas apenas tocó suelo chileno y la orquesta comenzó a tocar su bienvenida "de héroe", como aseguraba una señora rebosante de alegría.

Su silla de ruedas rápidamente desapareció. Un obeso personaje de pelo corto sacaba y sacaba fotos: no de los invitados, sino de nosotros.

Se trataba de un héroe regresando de la guerra.

El anciano militar, el que nos habían dicho que estaba con demencia senil, diabético, "incapacitado mentalmente", sordo y a punto de caer de un infarto, se fundió en un fuerte abrazo con uno tras otro militar, niño y mujer llorosa, antes de partir caminando hacia el helicóptero Puma que lo esperaba para llevarlo al Hospital Militar. Su silla de ruedas rápidamente desapareció. Su bastón fue la extensión del brazo para saludar a las masas. Subió solito al helicóptero y se fue.

Cualquier otro que hubiera pasado 24 horas a bordo de un avión -a pesar de la cómoda cama con plumones, marquesa y sábanas limpias que iba adentro- seguramente no hubiera podido hacer lo mismo.

"Es que llegar a su país lo hace revivir", nos explicó un radiante Alfonso Márquez de la Plata, ministro de Agricultura del General, cuando nos cruzamos en una pista solitaria a la salida del Grupo 10 de la FACH.

"¡Qué viva Mi General!", gritaban sus eufóricos y leales seguidores. "¡Pero en Londres!", contestó camuflado entre cámaras y grabadoras un periodista chileno.

Habíamos pasado un mal rato, los periodistas. Primero tuvimos que hacer una gran fila para entrar; después, cuando nos arrearon para echarnos del lugar. "Órdenes superiores", se excusó el encargado de relaciones públicas del Ejército, un civil, "periodista primero, y funcionario del Ejército después", según explicó a sus colegas. "Órdenes superiores", también nos dijo el jefe de RR.PP. de la FACH, coronel Ricardo Gutiérrez. ¿Pero de quién? "Yo no soy periodista, no le hago tantas preguntas a mi comandante en jefe", me dijo.

¿Quién dio la órden de echar a la prensa del Grupo 10 en primer lugar? El periodista/funcionario &nbsp; castrense nos aseguró que fue el gobierno, pero no sabía quién. Pero no fue la FACH, nos aseguró: "No trabajé como loco en los últimos dos meses acreditando a la prensa para tirarlo todo por la borda ahora", alegó. "Bueno, en realidad, sé más o menos quién podría haber sido -nos admitió- pero no lo puedo decir".

Por ahí andábamos, corriendo con la manada de periodistas para ver quiénes llegaban en sus autos polarizados a saludar al General y tratar de metérles micrófonos por las ventanas, cuando nos dimos cuenta que un obeso personaje de pelo corto sacaba y sacaba fotos: no de los invitados, sino de nosotros.

"¿Para quién trabajas tú?", preguntó un colega suyo, fotógrafo. Después de algunos murmullos incómodos, dijo que sólo estaba haciendo su trabajo, de civil esta vez. Trabajaba para Inteligencia de la FACH, nos dijo él mismo, haciendo su pega "para que no pasara nada. Eh, sólo sigo órdenes", se justificó.

Parado al lado con las antenas bien paradas estaba el Chino , ex guardaespaldas de Pinochet, de civil y con esa cara tan de CNI que le pudo quedar estampada de por vida, haya o no pasado por el servicio secreto. "¿Qué haces aquí, después de tratarnos tan mal en dictadura?", le preguntó con ironía un fotógrafo ducho que lo conocía desde aquellos tiempos. "Los tiempos cambiaron -le insistió-, ahora estamos en democracia". El Chino , simpático, se río: "Los tiempos no cambiaron: nosotros seguimos gobernando, viejito".

Había muchos como él entre nosotros: es decir, desde antes del 11 de marzo de 1990, día emblemático de la asunción de Aylwin, que no se veía tantos lentes oscuros juntos. También había ex ministros, ex asesores, ex generales, ex almirantes, antiguos y actuales empresarios, y hasta el ex director de la CNI.

Estaba, sonriente, la gestora de la Ley de Amnistía, Mónica Madariaga, Francisco Javier Cuadra, Alberto Cardemil, Fernando Cordero, Julio Canessa, Ramón Vega, Pedro Daza...

El diputado UDI Iván Moreira gritó indignado: "Es una vergüenza". Lo hizo cuando se enteró que por órdenes del gobierno no nos dejaban entrar. "Tanto que ellos dicen defender la libertad de expresión; son poco consecuentes", acusó. Curiosamente, muy pocos periodistas parecían tan indignados como él por privarles de su derecho a ejercer su trabajo.

"¡A hacer fila, en orden!", nos ladraron cuando finalmente al coronel Gutiérrez le llegó la orden del comandante en jefe de la FACH, Patricio Ríos, a quien a su vez le había llegado el mensaje del general Izurieta, a quien a su vez le llegó la orden "del gobierno" de que podíamos entrar al Grupo 10.

No sé si fue por casualidad o no, pero por esas cosas del destino los oficiales con las credenciales se instalaron a un lado de una zanja, y nosotros, la tropa de periodistas, camarógrafos, fotógrafos, corresponsales y -por qué no decirlo- sapos , al otro. Ahí estábamos, alineados a lo largo de la zanja como obedientes colegiales. Uno por uno, la saltamos para recibir la credencial y tratar de llegar a la pista de aterrizaje antes del General.

Cuando llegó el Vitalicio, muchos lloraron. Cantaron. Gritaron. Flamearon banderitas chilenas y se abrazaron. Se trataba de un preso político liberado de la opresión, un héroe regresando de la guerra, caminando firme hacia su libertad. El General sonreía dichoso.